La verdadera unidad de los matrimonios y aún de las parejas la traen las palabras, más que las palabras dichas -dichas voluntariamente-, las palabras que no se callan -que no se callan sin que nuestra voluntad intervenga-.
No es tanto que entre dos personas que comparten la almohada no haya secretos porque así lo deciden -qué es lo bastante grave para contituir un secreto y qué no, si se lo silencia- cuanto que no es posible dejar de contar, y de relatar, y de comentar y enuncar, como si esa fuera la actividad primordial de los emparejados, al menos de los que son recientes y aún no sienten la pereza del habla.
No es tanto que entre dos personas que comparten la almohada no haya secretos porque así lo deciden -qué es lo bastante grave para contituir un secreto y qué no, si se lo silencia- cuanto que no es posible dejar de contar, y de relatar, y de comentar y enuncar, como si esa fuera la actividad primordial de los emparejados, al menos de los que son recientes y aún no sienten la pereza del habla.
Corazón tan blanco
No es sólo que con la cabeza sobre una alnohada se recuerde el pasado e incluso la infancia y vengan a la memoria y tb a la lengua las cosas remotas y las más insignificantes y todas cobren valor y parezcan dignas de rememorarse en voz alta, ni que estemos dispuestos a contar nuestra vida entera a quien también apoya su cabeza sobre nuestra almohada.
Como si necesitáramos que esa persona pudiera vernos desde el principio y pudiera asistir a través de la narración a todos los años en que no nos conocíamos y en que creemos ahora que nos esperábamos.
Corazón tan blanco
Es más bién que estar junto a alguien no consiste en buena medida en pensar en voz alta, esto es, en pensarlo todo dos veces en lugar de una, una con el pensamiento y otra con el relato, el matrimonio es una institución narrativa.
Corazón tan blanco
Corazón tan blanco
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